Si Don Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, destacado, nato y extinto líder petrolero no solo de Tamaulipas sino de todo el país, viviera muy seguramente se vuelve a morir al observar la ineptitud de sus dos vástagos.
Y es que ninguno de los dos da con bola, por un lado Juan Hernández Correa, regidor del partido Morena en el Ayuntamiento de Ciudad Madero que en los nueve meses que va de la administración no ha hecho absolutamente nada.
No por nada en la antepasada administración municipal lo mandaron a cuidar pollos al Aviario del Parque Bicentenario, para que en esa zona no causara mayor daño, persiguiendo gansos y alimentando patos.
Pero en la actual y por acto de verdadera humanidad le dieron una regiduría, pero el casi octagenario hombre ya no puede, aún cuando trata por todos los medios de cubrirse las canas que le invaden.
Y todavía tiene la desfachatez de molestarse cuando se le cuestiona por algún proyecto que haya prensentado, por alguna iniciativa ciudadana que haya impulsado o por cualquier cosa que devenge su jugoso salario.
Y que decir del diputado local reelecto, Joaco Hernández Correa, mejor conocido como La Quinita, quien pese a haber vivido del erario durante practicamente toda su vida no sabe ni que está haciendo en el Congreso.
Es tristemente celebre por la propuesta de instaurar en Tamaulipas el Día del Caballo, dígame usted si esas no son tonterías cuando en la entidad imperan tantas necesidades en temas económicos, laborales, migratorios y de competitividad.
Pero como pedirle que carbure si su propio padre dijo en repetidas ocasiones que ninguno de sus hijos varones había heredado ni tantito de su liderazgo, talento y don de mando, que para él eran una vergüenza.
No por nada le dejó el control de todos sus bienes a una de sus hijas, mientras que ella administra como albacea desde las propiedades hasta la riqueza que dejó el otro líder que el día 12 del mes entrante cumpliría años.
De verdad La Quina debe estarse revolcando en el Golfo de México, allá donde tiraron sus cenizas, al ver la vergüenza que son sus hijos, quienes lejos de ver en un beneficio colectivo solo se han llenado las bolsas.